"Crónica de los avatares de mis cánceres y sus secuelas" (de laringe, de piel, de pulmón) y otros asuntos, y traducción de artículos de "Anotacions més o manco impertinents".
mirollull2 | 14 Febrero, 2014 20:50
«San Valentín, presbítero, se hallaba en Roma en el reinado del emperador Claudio II, hacia el año del Señor de 270. El universal elevado crédito de su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración, no sólo de los cristianos, sino aún de los mismos gentiles. Mereció el renombre de padre de los pobres por su grande caridad; y su celo por la Religión era tanto más eficaz, cuanto se mostraba más puro y más desinteresado. La humildad, la dulzura, la solidez de su conversación y cierto aire de santidad que se derramaba en todos sus modales, hechizaba a cuantos le trataban: ganaba primero los corazones para sí, y después los ganaba para Jesucristo.»
Como se puede pensar, Valentín, estaba imbuido por la persuasión divina, y el Emperador le escuchaba con respeto.
Pero «al oír esto un cierto doctor idólatra, que tenía oficio en palacio, y se hallaba a la sazón en el cuarto del Emperador, le preguntó: “Pues ¿y qué juicio haces de nuestros grandes dioses Júpiter y Mercurio? –El juicio que yo hago, respondió el santo, es el mismo que tú propio debes hacer; quiero decir, que no hubo en el mundo hombres más malvados que esos a quienes vosotros dais el nombre de dioses”». Más dijo todavía Valentín, dio razones de la perversidad de los dioses del imperio, lo que, si bien el Emperador no acogió mal, hubo revuelo y griterío contra Valentín, y por evitar revueltas y males peores, el Prefecto Calcurnio «mandó que le metiesen en la cárcel y encargó al juez Asterio que le hiciese la causa como cristiano, y como uno de los mayores enemigos de los dioses de imperio.» «Asterio, que había sido testigo de la grande impresión que habían hecho en el Emperador las palabras de Valentín, le hizo llevar a su casa y le pidió una prueba de que decía verdad. Si curaba la ceguera innata de su hija, aceptaría al Dios de los Cristianos. «Animado Valentín de una viva fe, hizo traer a la doncella; y haciendo sobre sus ojos la señal de la cruz, dirigió al cielo esta oración fervorosa: “Señor mío Jesuscristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que disteis vista a una ciega desde su nacimiento, y que queréis la salvación de todos los hombres, dignaos oir la oración de este pobre pecador, y de curar a esta pobre doncellita.” A estas palabras recobró su vista la niña. Asterio y su mujer se arrojaron a los pies de Valentín, pidiéndole el Bautismo. Catequízolos el Santo por algunos días, y los bautizó en número de cuarenta y cuatro personas, cuya mayor parte tuvo la dicha de recibir a pocos días después la corona del martirio.»
La fortuna, no obstante, se torció para Valentín, pues temiendo el Emperador una sedición del pueblo por sospecharle cristiano, no se atrevió a impedir que fuera condenado según las leyes, y Valentín, estando en prisión fue apaleado muchas veces y al fin degollado.
Con estos antecedentes parece que San Valentín tendría que ser el patrón de los oftalmólogos o, en todo caso, de los cuchilleros de Albacete. Y si no es así, es porque Valentín, en contra de las leyes, –aunque no consta en la hagiografía publicada en 1853, que tengo a mano, pero sí en otra publicación pía– «según dice una tradición, San Valentín arriesgaba su vida para casar cristianamente a las parejas durante el tiempo de persecución.» Y por eso « tiene la dicha de ser el patrón de los enamorados.»
Parmigianino
Cupido preparando el arco
Tres santos mártires romanos del s. III, de existencia discutida, que vivieron en la antigua Roma. La festividad de san Valentín era celebrada por la Iglesia Católica Romana cada 14 de febrero hasta 1969 en el calendario litúrgico tradicional, cuando fue eliminada esta fecha del calendario postconciliar, y quedó traspasada a la Santa Sociedad del Consumo.
De todas formas, que no se desanimen sus devotos, según he leído recientemente, el sorprendente papa en activo, quiere rescatar a San Valentín del postconciliar desván de santos inventados, dudosos u fantasmales. Seguramente lo hará refundiendo en uno a los tres Valentín que figuran en la leyenda eclesial: a) un médico romano que se hizo sacerdote, decapitado en el 270. b) un obispo al que se levantó una basílica en Terni (que parece ser el mismo mencionado antes como sacerdote). c) Un mártir de la provincia romana.
Sin embargo, poco se sabe sobre las vidas de estos tres hombres, cuyas leyendas fueron probablemente inventadas en la Edad Media.
Según otra leyenda es patrono de los enamorados porque su fiesta coincide con el momento del año en que los pájaros empiezan a emparejarse.
Si fuera cristiano, el patrono de los enamorados podría ser Cupido, muy bien documentado en Grecia y Roma.
Josep Maria Miró Llull (Palma, Mallorca, 1937) Escritor, grabador y pintor. Directivo empresarial jubilado.
Laringectomizado en febrero de 2005
Monitor en voz esofágica
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